Ese día dijo que no dejaría que yo me vaya de su lado nunca.
Es primera vez que escribo algo como esto, pues no sé cómo explicar lo que pasa en mi cabeza y en especial en mi corazón.
Es tan interesante y a la vez tan distinto “sentir” este tipo de cosas… Mi historia quizá no sea tan diferente como la de algunos de los que estén leyendo esto.
Y no sé cómo comenzó todo con él, mi “novio” como lo llama la sociedad del siglo 21 pero bueno… y ahí estaba él, un chico bastante apuesto con una mirada tan encantadora como las que tienen los príncipes de los cuentos de hadas, jamás olvidaré su mirada tan fija y llena de vida cuando le dijo a una de mis amigas que le parecía una chica linda… y yo creía que era un patán, como suelen serlo los chicos de hoy en día. Un baile sólo un baile sería lo que causaría una sonrisa con mejillas rosadas como las que yo ponía cuando me avergonzaba algo.
Un cambio de números sería lo que seguía, pero jamás una llamada ni un mensaje… Pasaron dos años y unas cuantas miradas en una u otra fiesta hacían que “ese” fuera un momento mágico para mí. No tenía idea de qué pasaba en su cabeza y menos aún en su corazón.
Para mí ver, estar con él era como un sueño del que no quería despertar, de verdad sentir esa emoción de que algún día podría estar con él era maravillosa, no esperaba mucho sólo era un deseo de que yo sea alguien para él.
Un día lo ví con una muchacha de la mano, mi corazón no emitía ningún sonido, no comprendía siquiera lo que pasaba, en ese momento quizá sólo pensaba que no era nada, un chico más del montón que pasa por la calle y piensas que es apuesto.
Seguí con mi vida, sin quedarme estancada en “él”, conociendo sapos, bueno, dos sapos que estaban vacíos sin magia y tristeza, soledad en su corazón, decidí alejarme de ese tipo de sapos.
Y si dijera que yo dí el primer paso, ¿qué? ¿Será algo malo? y no sé, tampoco me interesó cuando le escribí un mensaje “hola, ¿cómo estas?” y él me respondió de inmediato “muy bien, gracias y tú?”. Es una de las decisiones que no cambiaría por nada.
Continuamos hablando, él era encantador tanto como la primera mirada que me dio. Me creé una imagen de él como un príncipe y así lo era. Hasta que me pidió mi número, pero saben? No se lo di de inmediato, me causó gracia.
Lo encontré en una fiesta y cómo amaba tenerlo cerca, él era maravilloso, en su esplendor; quería que fuera como yo lo tenía en mi cabeza, quizá en la realidad era distinto; ya saben la clase de chicos que sólo juegan con una chica o quizá buscan a “aquella” persona.
Le dí mi número y él el suyo, ese día fue diferente, tan diferente porque hasta ahora no dejamos de hablar ni un sólo día. Y me encanta.
Fuimos amigos durante un año, hasta que creo que él vio en mí lo que no encontraría en nadie más. Un 22 salimos con unos amigos, éramos muy pocos pues ahora estábamos en el mismo círculo de amigos, unos cuantos tragos y ¿será que los borrachos dicen la verdad? Pero ese día me confesó todo lo que no me dijo de sano y dijo que no dejaría que yo me vaya de su lado nunca. Era un 28, un día 28 lo que cambiaría todo, pues ese día me preguntó: ¿Quieres salir conmigo?
Lo más gracioso es que ahora él era quien tenía las mejillas rosadas, la mirada hacia el suelo y los ojos que le brillaban como la primera vez que bailamos juntos. Y yo había tomado un poco pero estaba consciente, me reía, asentí con la cabeza y le dije que una amiga era la que sabía y que decía que sí.
Me besó por primera vez, momento que jamás olvidaría. Y me di cuenta de que mi historia había comenzado, tan mágica y espontánea como las demás que dicen que aquellas que tienen final feliz es porque aún no ha terminado y supongo que la mía tiene un final feliz.
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Carlos