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Amor de ciudad grande

domingo, 8 de septiembre de 2013

    Amor de ciudad grande
      De gorja son y rapidez los tiempos.
      Corre cual luz la voz; en lata aguja,
      Cual nave despeñada en sirte horrenda,
      Húndese el rayo, y en ligera barca
      El hombre, como alado, el aire hiende.
      Así el amor, sin pompa ni misterio
      Muere, apenas nacido, de saciado
      Jaula es la villa de palomas muertas
      Y ávidos cazadores si los pechos
      Se rompen de los hombres, y las carnes
      Rotas por tierra ruedan, no han de verse
      Dentro más que frutillas estrujadas
      Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
      De los salones y las plazas; muere
      La flor que nace. Aquella virgen
      Trémula que antes a la muerte daba
      La mano pura que a ignorado mozo;
      El goce de temer: aquel salirse
      Del pecho el corazón; el inefable
      Placer de merecer; el grato susto
      De caminar deprisa en derechura
      Del hogar de la amada, y a sus puertas
      Como un niño feliz romper en llanto;-
      Y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
      Irse tiñendo de color las rosas,
      Ea, que son patrañas, pues quien tiene
      Tiempo de ser hidalgo, bien que sienta
      Cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
      Dama gentil en casa de magnate
      O si se tiene sed, se alarga el brazo
      Y a la copa que pasa se la apura
      Luego, la copa turbia al polvo rueda,
      Y el hábil catador, -manchado el pecho
      De una sangre invisible,- sigue alegre,
      Coronado de mirtos, su camino
      No son los cuerpos ya, sino desechos,
      Y fosas, y jirones; y las almas
      No son como en el árbol fruta rica
      En cuya blanda piel la almíbar dulce
      En su sazón de madurez rebosa,
      Sino fruta de plaza que a brutales
      Golpes el rudo labrador madura
      La edad es esta de los labios secos
      De las noches sin sueño de la vida
      Estrujada en agraz que es lo que falta
      Que la ventura falta como liebre
      Azorada, el espíritu se esconde,
      Trémulo huyendo al cazador que ríe,
      Cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
      Y el deseo, de brazo de la fiebre,
      Cual rico cazador recorre el soto.
      Me espanta la ciudad, toda está llena
      De copas por vaciar o huecas copas
      Tengo miedo, ay de mí, de que este vino
      Tósigo sea, y en mis venas luego
      Cual duende vengador los dientes clave
      Tengo sed,- mas de un vino que en la tierra
      No se sabe beber, no he padecido
      Bastante aún para romper el muro
      Que me aparta, oh dolor, de mi viñedo,
      Tomad vosotros, catadores ruines
      De vinillos humanos, esos vasos
      Donde el jugo de lirio a grandes sorbos
      Sin compasión y sin temor se bebe
      Tomad, yo soy honrado: y tengo miedo.
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